Después de cosechar, labor realizada
a principios de Verano, en la que por
medio de cosechadoras se separa el grano de la paja se empaca la paja sobrante,
creando auténticas moles de paja de más de 200 kg.
Pasada
estas faenas, llega el tiempo de descansar y esperar las lluvias del otoño,
para que hagan posible el arado, o volteo de la tierra para de nuevo volver a
sembrar. Pero antes de esto, se lleva observando desde hace unos años que en el
campo que hay una plaga de plantas que dificultan enormemente esa labor del
arado. Se trata de los llamados “correbrujos”.
Estas
plantas, a pesar de la sequía veraniega, crecen durante todo el verano y se
expanden por toda la tierra tanto a nivel horizontal como vertical causando
graves trastornos.
Una
solución para esta plaga es la introducción de rebaños de ovejas que se comen
dicha planta, por lo menos al principio, cuando es pequeña, porque más tarde
tiene una serie de pinchos y se endurece con lo que los animales ya no la comen.
Esto trae quebraderos de cabeza a los agricultores que toman ciertas medidas
como el arado preventivo en seco, no muy efectivo porque se gasta gasoil y se
desgasta en exceso los aperos de labor, es decir, las rejas del arado o el
tratamiento con herbicida que supone otro gasto más, a la vez que no supone
ningún beneficio para el medio ambiente, para la tierra y los insectos (sobre
todo para las abejas).